Sobre articulación social nuevamente

HISTORIA Y PROYECCIONES DE UN CONCEPTO

Leopoldo José Bartolomé *
Universidad Nacional de Misiones

No nos une el amor sino el espanto
será por eso
que la quiero tanto
Jorge Luis Borges

 

Introducción: pequeña historia inconclusa

Me piden que trate de reconstruir la historia de un concepto que se caracteriza por una peculiar ambigüedad, lo que no sería raro en una ciencia que se caracteriza por el uso frecuente, y a veces hasta fructífero, de las ambigüedades. Y esa ambigüedad nace del hecho de constituir al mismo tiempo un notable fracaso y un llamativo éxito. Hablo de un fracaso porque este concepto no ha tenido, dentro de mi conocimiento, continuidad y desarrollo dentro de la antropología argentina y menos aún en el plano internacional. Muy pocos autores lo han utilizado consistentemente bajo su denominación de origen, aunque sí muchos lo han aludido (y eludido) de manera indirecta o parafraseando su denotata, tal vez por temor a recibir el aborrecido mote de "estructural-funcionalista" con que nuestros colegas se han amenazado por largo tiempo. Por otro lado, el concepto en sí mismo se muestra particularmente apto para denotar procesos que hoy en día están en boga y se sitúan en el centro de la reflexión antropológica y de las ciencias sociales en general. Quizás ha llegado la hora de rescatarlo del olvido o de las sombras vergonzantes, en estos tiempos en que, como espero, la tan denostada "muerte de la antropología" anunciada por Reynoso (1992), anuncie en realidad el crepúsculo de la infección new age sufrida por nuestra disciplina.

Hace poco más de 22 años (julio de 1974), en tiempos no muy propicios para la antropología argentina, nuestra recordada Esther Hermitte, en ese entonces investigadora del Centro de Investigaciones Sociales del Instituto Torcuato Di Tella, impulsó la realización de una primera reunión de quienes, aún sin reconocerlo explícitamente, estábamos trabajando sobre procesos de articulación social. Esa reunión, que se esperaba llevar a cabo en el local del CIS, tenía, entre otras finalidades, la de explorar la posibilidad de constituir un Grupo de Trabajo permanente dentro del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). Consecuente con su época, la reunión se concretó en medio de la crisis que causó en la sociedad argentina la muerte del General Perón, hecho que obligó a trasladar las sesiones al departamento de Esther y a arduas gestiones diarias para conseguir vituallas para los participantes, especialmente para los sorprendidos extranjeros. Participaron en la misma, además de la Dra. Hermitte y del autor de esta líneas, Eduardo P. Archetti, Roberto Cardoso de Oliveira, Luis M. Gatti (también desgraciadamente ya fallecido), Sidney Greenflield, Beatriz Alassia, Carlos A. Herrán, Elmer Miller, José Pereira, Roberto Ringuelet, Kristi Arme Stölen, Amold Strickon, Hebe Vessuri y Scott Whiteford. Presentaron trabajos en ausencia Blanca Muratorio y Kenneth Ackerman. Constituye un enorme placer para mí y un testimonio de la "dureza" de la especie antropológica, el hecho de que muchos de los nombrados estén hoy presentes aquí.

A pesar de las vicisitudes por las que tuvo que atravesar, esta primera reunión fue sumamente exitosa y productiva. Como resultado de la misma se constituyó formalmente el Grupo de Trabajo sobre Procesos de Articulación Social, el cual fue incorporado a CLACSO en noviembre de 1974. Asimismo, en 1977 la Editorial Amorrortu publicó un volumen compilado por Esther Hermitte y por quien escribe, conteniendo todos los trabajos presentados a esa reunión (Hermitte y Bartolomé, 1977). Este libro, ejemplo de diversidad ideológica y basado en trabajos de campo realizados o en curso en varios lugares de América Latina, fue, sin embargo, hecho retirar de circulación por las autoridades de la última dictadura militar argentina, y es, actualmente, difícil de hallar. Menciono este hecho, no por su excepcionalidad, sino porque demuestra que lo que se pretendía erradicar no era cierto análisis ideologizado o propagandístico, sino todo análisis basado en el examen crítico de la realidad social.

La segunda reunión del Grupo de Trabajo tuvo lugar en Quito, Ecuador, en noviembre de 1975. La misma se concretó gracias al incesante esfuerzo de Esther Hermitte y al apoyo brindado por el -en ese entonces- Secretario General de CLACSO, el Dr. Francisco Delich, y como sede anfitriona a la Pontificia Universidad Católica de Quito, amable y surrealista institución presidida en esos tiempos por un Jesuita-Zen, el Padre Vinicius Rueda, capaz de entrar en estados catalépticos para controlar crisis cardíacas y resucitarse a continuación. Con algunas ausencias, los participantes fuimos básicamente los mismos, pero el tradicional faccionalismo latinoamericano sembró disidencias que, si bien estaban lejos de ser sustantivas, debilitaron al Grupo y causaron su extinción en corto plazo. Tanto es así, que el volumen que debería contener los trabajos presentados a esta segunda reunión nunca fue publicado. Si bien algunas de esas contribuciones fueron oportunamente publicadas individualmente, el trabajo grupal se vio interrumpido y, si no me equivoco, mi artículo sobre el concepto de articulación social (Bartolomé, 1980) fue de alguna manera el "canto del cisne" de estos intentos por dotar de generalidad y operatividad al concepto.

Articulación social: una aproximación

Los versos de Borges que encabezan esta ponencia, además de constituir buena poesía, iluminan uno de los acuerdos subyacentes a las diversas posiciones a las que adheríamos quienes tratamos de desarrollar el concepto de articulación social, viz, el que la conectividad social no implicaba necesariamente homogeneización y que en seno del mismo antagonismo podía residir la conjunción. En la "Introducción" al volumen publicado por Amorrortu, se especifica que el foco estaba colocado sobre "los mecanismos conectivos que funcionan entre los distintos componentes de un sistema social y que canalizan la transmisión de la acción social y la circulación de bienes y servicios", y que específicamente se procuraban analizar "procesos conectivos que no implicaban necesariamente una pérdida de atributos diferenciales entre las unidades consideradas, es decir, procesos cuya resultante no fuese por fuerza la homogeneización" (Hermitte y Bartolomé 1977: 10).

Partiendo de una concepción muy amplia de los procesos articulatorios, las contribuciones al volumen de referencia, procuraban identificarlos y caracterizarlos ya sea desde una perspectiva sistémica, i.e., enfatizando en las relaciones entre unidades y/o niveles, como de una centrada en los actores y sus marcos situacionales. Entre las primeras pueden ser incluidas las contribuciones de Archetti y Stölen, Miller, Hermitte y Herrán, Cardoso de Oliveira, Vessuri, Ackerman y Bartolomé, mientras que en la segunda perspectiva se ubican los trabajos de Whiteford, Strickon, Muratorio y, aunque con ciertas peculiaridades, el de Greenfield.

Los miembros del Grupo de Trabajo proveníamos de horizontes teórico­ ideológicos muy variados, que iban desde variedades del marxismo hasta enfoques interaccionistas y centrados en el actor, pasando por versiones heterodoxas del estructural-funcionalismo anglosajón. Empero, coincidíamos en la incomodidad que nos producían los determinismos extremos y las perspectivas excesivamente estructuradas de la vida social. De todas maneras, y ésta es una opinión puramente personal, supongo que podríamos ser encasillables en una categoría que fue muy popular en la jerga político­ académica de los setenta: la de "cientificistas." ¿Qué era un cientificista en el contexto de la época? En términos generales, era alguien que no creía en la primacía absoluta del voluntarismo político, que consideraba que los datos empíricos debían validar o invalidar las teorías y no servir meramente como ilustraciones o ejemplos, y que pretendía aplicar al análisis de la realidad las categorías y métodos de alguna manera validados por la comunidad científica internacional. No pretendo que todos mis colegas concuerden con esta definición ni menos aún que se consideren incluidos en la misma, pero considero que la misma de alguna manera refleja el contexto en que surgió el concepto, y que contribuye a entender sus relativamente escasas repercusiones a pesar del éxito inicial. A riesgo de caer en la fácil afirmación de que los tiempos no estaban maduros, lo cierto es que la "marea" intelectual en la Argentina iba en otra dirección, como intentaré mostrar más adelante.

Retornando al concepto de articulación social propiamente dicho, en el artículo de mi autoría al que ya he hecho referencia (Bartolomé, 1980), y presentando mi propio punto de vista antes que algún consenso grupal, se señala la necesidad de centrar el análisis en el propio tejido conectivo de la sociedad antes que en sus unidades constituyentes (p. 276). Esta perspectiva remite necesariamente a una concepción dinámica, procesual, de la vida social, ya que son los procesos los que hacen que un sistema social sea un todo diferente a la sumatoria de sus partes. Si bien en el citado artículo se intenta una tipificación de los procesos de articulación social, considero que su verdadera contribución radica en la identificación de la dinámica social antes que de la stasis como el factor que ontológicamente "crea" lo social. Aunque en forma embrionaria y no suficientemente desarrollada, se postula que es el cambio, la inestabilidad y los flujos de intercambio, los que otorgan sistemicidad a los sistemas. En otras palabras, la conectividad no es simplemente la forma en que están conectadas entre sí las partes de un sistema, sino que construye y mantiene el sistema.

Estas ideas estaban de alguna manera implícitas en mi artículo de 1980 pero, por una razón u otra, no los desarrollé en mis trabajos posteriores. Con la ventaja que dan más de una década y media transcurridas, puedo acusarme de cierta cortedad de miras que no me permitió ver la real importancia del tema más allá del nivel de las proposiciones teóricas de rango medio.1 En segundo lugar, mi insatisfacción con las perspectivas excesivamente estructuradas del marxismo y del estructural -funcionalismo, no me habían llevado más lejos que un fuerte interés en la teoría de los sistemas. Carecía, por lo tanto, de un marco referencial más amplio que me permitiese reconocer la verdadera potencialidad del concepto de articulación social. Ello resultó que el mismo permaneciese -
-al menos en mis formulaciones- como un concepto operacional casi puramente descriptivo, generador de un continuum que tenía un polo en la articulación adaptativa y otro en la integración, con un punto intermedio en lo que denominé "contradicción dialéctica". Mi artículo terminaba con una cita a Lewis Carroll que no puedo resistir la tentación de reiterar aquí:

"Gatito de Chesire...¿Me dirías, por favor,
cuál es el camino que debo seguir desde aquí.? "Eso depende en gran medida de adónde quieres llegar", contestó el Gato.
"Mientras me lleve a alguna parte no importa" agregó Alicia como una explicación.
"Oh, eso ocurrirá con seguridad", dijo el Gato, "siempre que camines lo suficiente. "

La verdad, a pesar de la reconocida sabiduría del Gato de Chesire, es que no basta sólo con caminar. Es necesario tener alguna idea de adónde uno quiere llegar.

Lo antedicho concierne a mis errores y/o fallos, pero cabe preguntarse por qué el concepto de articulación social tampoco ocupó un lugar central en las obras de los demás participantes del grupo. Aún en el caso de Roberto Cardoso de Oliveira, quien continuó desarrollando sus ya clásicos estudios sobre relaciones interétnicas, no puede encontrarse una utilización sistemática del concepto, o si la hay, el mismo ha sido resignificado notablemente. Puede deberse a un error de apreciación mío, pero tampoco encuentro una continuidad de uso en los trabajos de los demás participantes, salvo en términos muy amplios e incluso referenciados en otras problemáticas.

Buscar las explicaciones en la casi asfixia sufrida por la antropología de raíz empírica durante la dictadura militar argentina es factible pero no suficiente, ya que tampoco existió una continuidad entre los participantes extranjeros o, para el caso, entre los argentinos que se vieron forzados al exilio. A pesar de la desconfianza que siento hacia las explicaciones abstractas y difusas, creo que fueron los "vientos" de las modas intelectuales los que se llevaron (o eclipsaron por un tiempo) las posibilidades ofrecidas por este concepto. Estas dos últimas décadas han conocido sucesivamente el predominio de escuelas fuertemente estructurales, como el neomarxismo y el estructuralismo francés, para pasar luego al maelström epistemológico que sufrió la antropología a partir de que los "interpretativistas" abrieron la Caja de Pandora de los irracionalismos. La antropología se volvió literatura -mala literatura la mayoría de las veces- y el "explicar" dejó de existir como categoría de análisis. La problemática en la que se inscribía el concepto de articulación social pareció "disolverse en el aire" frente a los embates de los solipsismos postmodernistas y de los ejercicios de vacuidad del "desconstructivismo". Pero la caída del muro de Berlín y el colapso de los estados basados en la utopía comunista, no sólo no significó "el fin de la Historia" pregonado por Fukuyama en su tan comentado como poco leído artículo, sino que dieron lugar a una catarata de eventos que pusieron finalmente en evidencia la risible capacidad explicativa (o interpretativa, si se prefiere) de las ciencias sociales postmodernas.

No pretendo convertir esta ponencia en un ataque al postmodernismo, pero sí resaltar el hecho de que son los complejos procesos sociales que marcan el fin de este milenio, en conjunción con el agotamiento del carnaval new age en la antropología, los que generan condiciones propicias para una recuperación del concepto de articulación social. Como solía cantar mi hija Paula en su niñez, "...el Mundo te va a pisar." Durante mucho tiempo permanecí intrigado por el estribillo de esa canción aparentemente sin sentido, aunque ahora creo que se refería -tal vez sin ser consciente de ello- a que el mundo se encarga de despertar bruscamente a quienes se empeñan en negarlo.

Articulación social en el contradictorio mundo de la globalización

En vez de una apoteosis de la stasis y de un complaciente "vale todo" del ultrarelativismo postmodernista, el mundo contemporáneo se presenta como más complejo y contradictorio que el viejo mundo bipolar, con sus muchachos buenos de sombrero blanco y sus muchachos malos de sombrero negro. La globalización capitalista triunfa a nivel mundial pero los estados capitalistas centrales tienen un dudoso control del proceso. Unidades estatales se desintegran en favor de reivindicaciones nacionalistas que implementan sutiles o brutales formas de genocidios en contra de los "otros". Detrás del brillo y del colorido de las manifestaciones culturales "alternas'', acecha el sediento cuchillo del degollador de niños. El subcontinente europeo marcha hacia un estado supranacional, pero a sus puertas renacen entidades nacionales medioevales. En un mundo conectado por Internet y crecientemente influido por la realidad virtual de la World Wide Web, explotan las últimas bombas psicodélicas de Timothy O'Leary y los rebeldes mayas chiapanecos, en harapos y con computadoras, burlan el cerco del ejército mexicano. Como dice la vieja maldición china: "Que te toque vivir en tiempos interesantes."

En este nuevo contexto mundial, una de las tensiones principales parece darse entre las fuerzas de lo que se ha dado en llamar "globalización" y las de la "diferenciación." Las primeras derivadas del predominio del capitalismo como forma económica dominante a nivel mundial y al gigantesco desarrollo de los medios de comunicación masi vos, para quienes las fronteras nacionales resultan transparentes, y que transforman en universales elementos y símbolos culturales locales (e.g., los westerns, el rock, lo de ha dado en llamarse "cultura juvenil", aún los códigos estéticos de los dibujos animados japoneses, etc.). Las segundas, derivadas de un conjunto de factores difíciles de encuadrar en una categoría singular, pero que de alguna manera reivindican la "diferencia" frente a las tendencias homogeneizantes de la globalización. Las diferencias reivindicadas pueden ser de naturaleza étnica, cultural, social, nacional, o ideológica, y si bien pueden inscribirse dentro de horizontes de significación no sólo distintos sino inclusive contradictorios (¿hasta qué punto puede existir empatía entre un nacionalista serbio, uno checheno, un tutsi o un hutu, un zapatista?) producen inclusive "extraños compañeros de cama." De hecho, las fuerzas de la globalización son tan poderosas que hasta posibilitan eventos como la reciente reunión de "contraculturales" y desviantes de diversas culturas y países, que tuvo lugar en la selva Lacandona de México, convocada por los zapatistas a través de Internet.

Pero detrás de la apariencia caótica de esta realidad se comienzan a percibir ciertos patrones. La gran mayoría de los movimientos "neonacionalistas" se dan en regiones que antes pertenecieron a entidades estatales polinacionales y muy centralizadas, viz, ex-Unión Soviética y Europa del Este, ex-Yugoeslavia, etc. Por otra parte, también llama la atención las trayectorias diferentes de los dos movimientos político-étnicos que más impacto han tenido en América Latina en los últimos tiempos: Sendero Luminoso en Perú, y el Movimiento Zapatista del sur de México. El primero, partiendo de una ideología internacionalista, como el Marxismo, asumió la etnicidad como lenguaje principal y paraguas ideológico, y terminó agostándose en ese mismo caldo, al haber ignorado la existencia del Perú actual, que más allá de las raíces de buena parte de su población, no es ni cultural ni socialmente el Tahuantisuyo. El movimiento zapatista, más allá del origen étnico y cultural de algunos de sus dirigentes, se nutre fundamentalmente de población de lenguas mayas que trascendió los límites estrechos de la etnicidad localizada2, y que asumió un lenguaje y una simbología universalistas, habiendo conseguido insertarse exitosamente (hasta el presente) en la "arena" política mexicana y manipular eficientemente apoyos internacionales.

¿Qué nos están sugiriendo estos hechos? En mi opinión, nos sugieren que estos procesos aparentemente caóticos responden a un "atractor extraño"3 que trasciende el planteo de alguna manera ingenuo de una confrontación entre la homogeneización y la diferenciación, de lo universal versus lo particular, de las estandarizadas hamburguesas de MacDonald versus las variadas cocinas étnicas. Considero que las posibles causas para estos fenómenos nos están remitiendo a nuestra misma concepción de la naturaleza de los sistemas sociales. Por demasiado tiempo hemos estado atrapados (y también entrampados) en modelos analógicos4 que insistían en desgajar lo social del resto del mundo natural, atreviéndose hasta lo "orgánico" en el estructural-funcionalismo, limitándose a lo lingüístico-semántico en el estructuralismo francés, a los esquemas literarios en los análisis de "textos", para no mencionar a quienes rechazan la existencia de toda estructura o consistencia sistémica de lo social. Ninguno de esos modelos ni las proposiciones derivadas de los mismos, permitió predecir o tan siquiera explicar ex post facto, por ejemplo, la implosión de la Unión Soviética.

Sin embargo, los fenómenos mencionados adquieren una dimensión y una signifación diferentes si los vemos desde la perspectiva de procesos propios de la dinámica de los sistemas apartados del equilibrio.5 En tales sistemas, su estabilidad y capacidad de autopoiesis, -i.e., capacidad de copiar o reproducir su estructura (Cf., e.g., Laszlo, 1988:38; Maturana y Varela, 1975) --, depende en gran medida de su capacidad de regular el flujo de energía (o información, que son formalmente equivalentes) a través del mismo y con el "exterior". Cuanto más complejo es un sistema, más nodos de control requiere, y cuanto más concentrados están éstos, resultan más frágiles y más susceptibles a las fluctuaciones: la sincronización de los pasos de hombres marchando puede derrumbar un puente, fluctuaciones que no son contenidas sino amplificadas por relativamente pequeñas perturbaciones, pueden causar el colapso político y administrativo de una gigantesca estructura burocrática centralizada, como lo era la Unión Soviética. En ese caso, como en la ex-Yugoeslavia, las estructuras de control desaparecieron - sin que emergiesen otras equivalentes, con lo que las siempre latentes fuerzas faccionales centrífugas reaparecieron exacerbadas, recurriendo a los elementos simbólicos que estuviesen más a mano. Algo similar ocurrió en el caso de los movimientos "etnicistas" latinoamericanos, aunque en estos casos nos enfrentamos a estructuras de control ineficientes antes que colapsadas, y a la capacidad de los zapatistas para construir "vehículos organizacionales" (en el sentido que da Adams a este concepto) más eficientes que los del aparato estatal mexicano.

Y es aquí donde podemos encontrar un nuevo significado referencial para el concepto de articulación social. Cuando analizamos su significado original mencionamos que la idea central era la de identificar y describir procesos conectivos en que las unidades y niveles conjugados estuviesen vinculados sin que se diese ningún proceso significativo de intercambio u homogeneización entre las mismas. Que aún el odio y el antagonismo (el espanto, Borges dixit) podían cumplir funciones conectivas. Pero, señalábamos igualmente, que el concepto no iba más allá, al aparecer simplemente como un tipo especial de relación. La utilización de un modelo termodinámico de sociedad6 nos posibilita concebir a los procesos de este tipo como resultado holístico de la totalidad de los mecanismos de control instituidos por una sociedad, sin que existan necesariamente réplicas fractales en las unidades o niveles articulados. Por eso el colapso de la totalidad o su funcionamiento ineficiente deriva en una redefinición también total de la relación. La autopoiesis, como la evolución, trabaja a partir de información o de elementos que podríamos denominar "de equivalencia difusa", i.e., que poseen el potencial para ocupar la función de otros, aún sin ser idénticos. Cuando el elemento a reemplazar no tiene equivalentes endógenos por ser derivado de la totalidad, o porque esa totalidad no ha conseguido instalarlos como componentes societarios legítimos, la relación sencillamente muda de naturaleza y de nivel.

La relación entre muchas unidades de componían los grandes sistemas estatales centralizados (como la ex-Unión Soviética) eran de articulación en la medida en que el peso de la totalidad y su legitimidad eran indiscutibles, pero el colapso de esos controles no encontró "equivalentes difusos" en ciertos niveles 'y/o unidades, y éstas se fragmentaron en los segmentos máximos en los que fue posible encontrar esos equivalentes. En el caso de Sendero Luminoso la fluctuación se encerró dentro de uno de los segmentos flojamente articulados de la sociedad nacional peruana, pero fracasó en proponer vínculos capaces de modificar esa articulación o destruirla. El movimiento zapatista, en cambio, ha tenido hasta el presente éxito en proponer vínculos que tienen por lo menos la apariencia de responder a la sociedad como un todo, aunque apunten a destacar las reivindicaciones de uno de sus sectores.

Al proponer la recuperación del concepto de articulación social dentro de un marco referencial en el que la homogeneización y la diferenciación no se presentan como polos obligatorios para los procesos considerados, creo que se abren perspectivas más amplias que las que ofrece el confinamiento de esos procesos a una disyuntiva entre factores que se presentan más como "opciones" categóricas que como verdaderos procesos sociales. Si algo nos enseñan los desarrollos ocurridos en las ciencias (y no creo en la supuesta distinción entre ciencias "blandas" y "duras"), es que la realidad es siempre más compleja que lo que parece serlo en un determinado estadio, pero que esa complejidad no es infinita y que aún en el caos reside el orden . Quizás orientándonos por ese princi pio podamos escapar del indeterminismo-determinista del Gato de Chesire.

 

Dr. Leopoldo J. Bartolomé
Posadas, agosto de 1996

 

 

 

BIBLIOGRAFIA CITADA

ADAMS, Richard N.
1988 The Eight Day.Social Evolution as the Self-Organization of Energy. Austin: Uni versi ty of Texas Press.

BARTOLOME, Leopoldo J.
1980 Sobre el concepto de articulación social. En Desarrollo Económico, vol. 20, Nº 78: 275-286.

HERMITTE, Esther y Leopoldo J. BARTOLOME (comps.)
1977 Procesos de articulación social. Buenos Aires: Amorrortu.

LASZLO, Ervin
1988 Evolución: La gran síntesis. Madrid: Espasa-Calpe.

MATURANA, H. y Francisco VARELA
1975 A utopoietic Systems.Urbana , III.: Biological Computer Laboratory, U. of Illinois , Report BCL 9.4

PRIGOGI NE, Il ya e Isabelle STENGERS
1983 La nueva alianza. M etamorfosis de la ciencia. Madrid: Alianza.

REY NOSO, Carlos
1992 Antropología: perspectivas para después de su muerte. En Publicar, año 1, Nº 1.

TAUBES, Gary
1989 The Body Chaotic. Discover, vol.10, Nº 5 (May): 62-67.

 

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*Ponencia preparada para la Reunión "De la Articulación Social a la Globalización en la Antropología Latinoamericana. Homenaje a Esther Hermitte." Centro de Antropología Social del Instituto de Desarrollo Económico y Social. Buenos Aires, 15 al 17 de agosto de 1996.

1- De hecho, mi preocupación central en esos tiempos era con la inadecuación que advertía entre conceptos teóricos y datos empíricos, y particularmente con la futilidad e ineficacia con que las proposiciones de rango medio procesaban "hacia arriba" los datos empíricos.

2- La selva Lacandona constituye un área receptora de inmigración campesina perteneciente a diversos grupos (Izotziles, Zetzales, etc.), quienes debieron mezclarse y asumir una identidad más amplia que las que los referenciaba originalmente. En este sentido, está lejos de constituir una zona indígena tradicional de México.

3- Gary Taubes (1989:64, mi traducción) sostiene que "(...) el caos posee su propio patrón, un peculiar tipo de orden. Este patrón es conocido corno (...) un atractor extraño, porque el sistema caótico parece ser extrañamente atraído hacia un comportamiento ideal. En el universo de los estados que un sistema caótico puede concebiblernente llegar a ocupar -el espacio de los estados- el atractor extraño delinea aquellos estados que son realmente posibles, tal corno lo determinan las ecuaciones no-lineares que gobiernan el sistema".

4- Me refiero a las "metáforas" o "imágenes" que subyacen a las distintas concepciones acerca de la
naturaleza de lo social.

5- No es éste el lugar ni la oportunidad para desarrollar en pleno las irnplicancias para los procesos sociales que surgen del estudio de los sistemas termodinámicamente apartados del equilibrio, o "estructuras disipativas" como las denomina Prigogine (e.g., 1983). Remito, por lo tanto, a los trabajos de Laszlo (e.g., 1988) y, sobre todo, de Richard Adarns (1988).

6- La propuesta de Balandier de llamar "antropología dinámica" a esta perspectiva no nos conforma plenamente, pero reconozco carecer de una propuesta alternativa.

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